Hoy te voy a hablar de mi relación con la escritura.
Verás, siempre me ha gustado leer y escribir, y desde pequeña, familiares, amigos y profesores disfrutaban con mis textos y me animaban a continuar con mi afición.
¿Sabes que en mi juventud fui una gran escritora de cartas?
Vivir fuera y tener amigos en el extranjero a finales de los 90 y principios de los 2000 te obligaba a darle a la pluma si querías mantener el contacto con tus seres queridos.
Internet aún estaba en pañales y las llamadas internacionales eran prohibitivas, así que no quedaba más remedio que sacar papel y boli y dedicar unas horas a diseñar cartas a medida para cada receptor.
Familia, amigas, y sobre todo amores, eran los destinatarios de mis misivas.
Guardo con muchísimo cariño la mayoría de esas cartas y todavía me río y me emociono cuando las leo, en especial con las de aquellos que ya no están aquí.

A lo largo de los años mejoré mis habilidades de narradora y disfrutaba tanto componiendo misivas como leyendo las que recibía.
El placer y la excitación de recibir una carta esperada con impaciencia es una de las mejores sensaciones que recuerdo de mis estancias en el extranjero.
Poco a poco el correo electrónico fue normalizándose, apareció el Messenger, Skype, Whatsapp… Y la escritura, la que tanto mimaba, desapareció de mi vida.
No te voy a mentir, no soy una de esas personas que escriben todos los días, que rellenan cuadernos y cuadernos cada año y que sienten una necesidad casi física de escribir sin parar.
Me gustaría poder decirte que es así, pero estaría faltando a la verdad.
Y yo quiero que confíes en mí, así que no habrá mentiras entre nosotros.
Sí que mantuve diarios durante muchos años (diarios que estoy segura de que mi madre se leyó de cabo a rabo), pero con los estudios y el vivir la loca juventud, la escritura fue pasando a un segundo plano.
Por supuesto, me ha tocado escribir muchos trabajos durante mis estudios, incluso puedes echarle un vistazo a mi proyecto fin de master sobre enoturismo, si te interesa.
Mi último trabajo también estaba relacionado con la escritura, pues antes de ser mamá trabajé durante siete años como traductora de inglés.
¿Sabías que los traductores son considerados también autores de las obras en las que han trabajado?
Como lo oyes.
No te sabría decir la cantidad de documentos que traduje en esos siete años. Pero te aseguro que son unos cuantos miles.
A donde quiero llegar es a que, visto con la perspectiva del tiempo, el haber puesto en marcha mi negocio de copywriting parece lo más natural del mundo.
Estaba escrito en las estrellas.
Y por fin, las palabras y los negocios se dan la mano
¿Pero cómo no lo hice antes?
Pues para empezar, no sabía lo que era el copywriting hasta hace poco, pues es una profesión bastante reciente en nuestro país.
No me malinterpretes, redactores publicitarios los hay desde hace eones, pero la aparición del copywriter especialista en el medio digital es reciente.
¿Y sabes por qué nuestro papel es importante?
Pues porque en Internet hay miles y miles de páginas web compitiendo por los mismos clientes (¿te suena el concepto de ‘Océano Rojo’?), aplicando técnicas de SEO a discreción e invirtiendo en anuncios de pago.
Por eso, unos textos pensados para tu cliente ideal y orientados a la venta pueden ser tu toque mágico.
Piénsalo: lo que buscas cuando buceas por internet con intención de comprar es dar con justo con ese producto o servicio que encaja como un puzle con tus necesidades o aspiraciones.
Saber si lo has encontrado depende de lo que leas.
Y ahora te propongo que, como responsable de un negocio, te pongas en el otro lado.
Me refiero en el lado del creador de contenidos.
Puede que estés pensando que lo tuyo no son las palabras, que gestionando tu empresa ya tienes bastante y que es imposible estirar más tus días para ponerte a redactar textos con gancho.
Y llevas razón.
Saber expresar con gracia los encantos de tu negocio no es solo una ventaja competitiva, también es un método. Y requiere su tiempo.
No puedes proclamar a los cuatro vientos que eres el mejor y listo.
Te voy a poner un ejemplo.
¿Conoces a Barney Stinson, de ‘Como conocí a vuestra madre’?
Barney tiene varias expresiones recurrentes entre las que se encuentran: “Asombroso” y “Legendario”.
Las suele utilizar para hablar de sí mismo.

En la ficción queda genial.
Esa mezcla de arrogancia y deliro convierte a Barney en un personaje entrañable al que acabas cogiendo cariño.
Pero en el mundo de los negocios no puedes entrar en el radar de tus clientes potenciales proclamando a los cuatro vientos que eres asombroso, porque lo más probable es que les entre la risa floja y salgan de tu página.
De hecho, si me permites un consejo, lo último que debes hacer es hablar de ti sin parar.
Lo que tienes que destacar es lo que puedes hacer para mejorar la vida de tus clientes.

Y para ir cerrando este capítulo sobre el amor a las letras y su importancia en la vida y en los negocios, te voy a poner tres situaciones personales en las que la elección de las palabras fue clave en los resultados.

1998. Imagíname con pelazo y algún grano rebelde.
Estaba cursando C.O.U. y mi instituto participaba en un programa en el que varios países europeos mandaban a un par de estudiantes a Inglaterra.
El objetivo era fomentar el sentimiento de comunidad entre los jóvenes de la Unión Europea.
Para ser seleccionado tenías que escribir una redacción y un tribunal elegía las ganadoras.
Mi yo adolescente se esmeró en escribir un texto ameno y emocional, y finalmente, junto a otra compañera, me fui unos días a Oxford a conocer la universidad y tomar el té.
Como diría Barney, fue legen–dary.

Primavera de 2011.
Los granos habían dado paso a las primeras arrugas y me movía en la treintena con bastante estilo.
Llevaba un año buscando trabajo y una agencia de traducción me contactó para entrevistarme.
Acudí a mi cita con el gerente, y como quería mucho el puesto, al día siguiente decidí enviarle un correo electrónico.
En él le hablaba de la buena sintonía que habíamos tenido en la entrevista y le recordé todas las cosas que podía hacer para mejorar los resultados de su negocio.
Estaba haciendo copy sin saberlo.
A los pocos días me llamó para una segunda entrevista y el resto de la historia ya lo conoces.

Junio de 2019. No hace tanto de esto.
La escena: una sala llena de adolescentes y un par de maduritos desubicados, entre los que me encuentro.
Examen del C2 Proficiency de Cambridge English.
Pincho en el Writing, que suele ser mi fuerte. No me salen las palabras, no fluyen las ideas.
La sección que más nota tenía que darme es la que peor me sale.
Resultado: examen aprobado, pero la calificación me decepciona.
Cagüenlamar.
Siempre me quedará lo que me dijo mi profesora de inglés en Estados Unidos.

¿La moraleja?
No te relajes, no dejes de trabajar en tus mensajes y nunca des por sentado la importancia de tus textos.
Recuerda que las palabras son el puente que te une con otras personas.
Así que respétalas, maifren.
Y con esto y un bizcocho, mañana empiezo las vacaciones.
Si tú también tienes una relación estrecha con la escritura, no dejes de contármela. Me encantará leerte.
¡Saludo secreto!
